lunes, 26 de enero de 2009

Contenedor o furgón en los bajos de Haina


En los días del paseo en bici con Felipe (Branagan) por los bajos de Haina y Nigua, al oeste de Santo Domingo, acababa de recibir Container Architecture, donde se reseña el desarrollo de una arquitectura, o al menos de un modo de construir, usando el contenedor como si fuera un Lego gigante. En el libro se muestran ejemplos de edificios públicos, vivienda colectiva y proyectos conceptuales hechos con el contenedor como unidad constructiva.

Desde que Malcom Mclean lo introdujo hacia 1956, en la forma en que se conoce hoy, el container ha ocupado la imaginería de arquitectos y diseñadores. Son famosas las obras de Shigeru Ban (Nonadic Museum -NM- y Papertainer Museum -PM-), y en especial la propuesta de LOT-EX para su MDU (Mobile Dwelling Unit). En Santo Domingo, al menos tengo vivo la Furgovilla (1996-2004) de Daniel Pons.

La aplicación que he visto en los bajos de Haina y Nigua está lejos de pretender ser una arquitectura popular con furgón, sino más bien el uso popular del mismo, donde se une la precariedad con el ingenio. Por eso me llamó la atención encontrar tantos ejemplos de empleo del contenedor para proveer facilidades comerciales.

Haina, que pertenece a la provincia San Cristóbal, es lo que se conocería como un distrito industrial. El desarrollo del puerto marítimo, las zonas francas industriales y las instalaciones de producción energética y de refinamiento de petróleo han caracterizado un desarrollo que tiene sus antecedentes en el viejo ingenio azucarero Río Haina (1950). Esa tradición ha conformado una población obrera calificada con altas destrezas y habilidades manufactureras. Quizá el caso más notorio en la República Dominicana.

En estos poblados los domingos son días que generan mucha actividad comercial y de recreación, y la gente vive virtualmente en la calle. Allí, la vía pública es un espacio de integración social. De modo que ver esos furgones abiertos, en plena actividad junto a la acera, es una nota recurrente de interés. Para la gente de Haina -panal de avispas- el furgón es su entorno, su paisaje, y un material de reciclaje capaz de incorporarse como reconversión habitable a sus estructuras existentes.

De lo culto a lo popular, se le llame container, contenedor o furgón, esta unidad sigue siendo un estímulo y un reto; así que encontrarlo en los bajos de Haina y Nigua con usos tan diversos, atrajo mi atención de un modo especial. Eso sí, sin pretender explorar el tema. Se lo advertí a Felipe.

Fotos de Maxi

lunes, 19 de enero de 2009

El Policlínico de Nigua


En 1961, cuando entré a la universidad, José Rincón Mora (Cotuí, 1939) terminaba su carrera. De ese cruce recuerdo la ocasión en que revisando un ejemplar de L'Architecture d'Aujourd'hui, José se acercó al grupo y comentó que todo lo que se publicaba allí era la mejor arquitectura del mundo. Una curiosidad intranscendente, si no fuera porque en ese momento teníamos abierta la revista en las esculturas habitables de André Bloc, su fundador, y con el que parecía identificarse por su propia condición de artista y arquitecto. 

La anécdota la recordé cuando hace unos días, en un recorrido en bici por los bajos de Haina y Nigua, me topé con el Policlínico Nuestra Sra. De Las Mercedes (1989) que José Rincón construyó junto al Leprocomio con los auspicios de la Fundación Domínico-Alemana.

José Rincón ha hecho su arquitectura como una vertiente de la obra plástica y creo que probablemente su primera exploración fue su propia casa (1975), en la residencia de su madre. De ahí en adelante toda su obra está hecha al modo de la arquitectura Pueblo, como se conoce a la arquitectura de adobe característica de Santa Fe, Nuevo México y del Pacífico mejicano de la Baja California. Es posible relacionarla con la del norte de África, pero es más que nada, Pueblo.

El Policlínico de Nigua tiene ese encanto de aparentar ser hecho en adobe, trabajado con las manos y con sensibilidad artística. Esa particularidad única lo convierte en un edificio público, en una institución que representa o inspira una identidad en la comunidad. Su capilla abierta, entregada a todo creyente y creencia apoya esa vocación institucional.

En este edificio se pone de manifiesto la habilidad de José Rincón para manejar la luz y el detalle. Sus ventanas, por ejemplo, son un estudio de las funciones de ventilación, protección e iluminación tratadas con formas y respuestas independientes, pero convertidas en un gesto poético.

Revisitar el Policlínico de Nigua con Felipe (Branagan) me puso en perspectiva y valor una obra especial, hecha con una libertad, pasión y sensibilidad poco frecuentes. Esa inspiración de escultura habitable o arquitectura escultórica relacionada con la terracota, en la que siempre ha estado envuelto José Rincón Mora, y con la que ha desarrollado un vocabulario personal de signos, texturas, detalles y color, lo identifican a leguas y constituye un referente en la arquitectura dominicana.

Fotos de Maxi

jueves, 15 de enero de 2009

Embassy Staircase... la paramétrica


Si hay algo que queda registrado para siempre en la memoria, es el primer proyecto profesional. Sin que tenga que ver la magnitud o trascendencia; en esa primera obra está con frecuencia lo que podría ser una impronta. Y si, además, hay una búsqueda o un logro, queda una satisfacción y estímulo que perduran. Es el caso de Andrés Eduardo Sánchez (Santo Domingo, 1982) y su Embassy Staircase.

Andrés Eduardo recibió el encargo de la Embajada Británica en Santo Domingo para reemplazar la escalera que une las oficinas de la cancillería con las del consulado. Un proyecto sencillo que lo convirtió en una exploración, en experiencia memorable, trascendente. ¡Un lujo!

Lo que era una simple caja de escalera, la transformó en una secuencia espacial llena de sorpresas y elementos cambiantes que crean esa sensación única del significado de ascender o descender y su conexión espacial, sensorial y psicológica.

Cuando se sube apenas se percibe un primer tercio -un diálogo tenso ente escalones y barandillas- y la sensación de que ahí concluiría la experiencia; pero el siguiente tramo, que no tiene nada que ver con la espacialidad del anterior, introduce una nueva verticalidad, para luego girar en paralelo a un último tramo totalmente sorpresivo y dominado por un panel-paramétrico de admirable destreza.

En el segundo piso la escalera desaparece y el vestíbulo queda limitado por el panel-paramétrico que filtra la luz. Bajar, entonces, se convierte en una sensación casi lúdica, con otras sorpresas e incertidumbres, pero esta vez cargadas de una ola expansiva embriagante.

Después de su maestría en Pratt Institute, NY -ver proyecto de tesis en el blog, Andrés Eduardo Sánchez ha estado colaborando en Simples Arquitectura y desarrollando propuestas privadas. Su Embassy Staircase es su primer encargo y está hecho con una propuesta que sorprende y entusiasma. Un buen augurio.

Aunque faltó Felipe (Branagan) y la bici, la Embassy Staircase, cautiva, emociona...

Antes

Después



panel-paramétrico

viernes, 2 de enero de 2009

Al monte en bici


A finales de año, los grupos Gomas Anchas y MTBdominicana organizaron un paseo o “monteo” que llamaron “Río Aguinaldo 2008”, como forma de establecer una fraternidad y camaradería entre diversas generaciones y grupos de ciclistas de montaña. El monteo congregó a más de cincuenta aficionados y fue una experiencia enriquecedora. Mi grupo incluía a Orlandito, Maxi y por supuesto a Felipe (Branagan).

Estoy persuadido que la mejor manera de entender, estudiar y atrapar una ciudad es haciendo recorridos en bici. Sólo o con interlocutores, explorar los espacios urbanos a ese ritmo de desplazamiento abre sensibilidades impensables. Eso me sucede en cada pueblo o ciudad del país que he recorrido y también en lugares tan dispares como La Habana, Boston o la isla de San Martín. Montar en Puerto Rico sigue siendo una asignatura pendiente. El año pasado estuve en un tris de hacer el tour de los cinco boroughs de Nueva York; espero lograrlo este 2009.

Ahora, cuando se atraviesan en bici los caminos y trillos de los campos dominicanos es una experiencia totalmente distinta. Absolutamente. El trillo es un camino muy estrecho abierto entre montes y maleza para el paso de animales y personas, y siempre lo recorro con la sensación de estar en las primeras vías de comunicación que abren las comunidades rurales y el anticipo a cualquier noción urbana que se pudiera derivar.

De modo que cuando me integré a este paseo del domingo 21 de diciembre pasado, estaba preparado para un monteo duro, como lo fue -55 Km. y de ellos 35 por caminos y trillos- pero ni suponía la tremenda alegría y el sentido de solidaridad que encontraría. Los ciclistas de montaña son personas especiales.

El paseo terminó con una comida navideña preparada ahí mismo, en el campo, junto al río El Higüero, y después de un recorrido hermoso que incluyó el cruce de cuatro ríos o quizá el mismo río cuatro veces.

Disfrutar del campo en bici y de la arquitectura vernácula es una experiencia siempre estimulante, pero hacerlo con los Gomas Anchas y MTBdominicana, eso... es lo máximo. Fue un buen final de año que augura muchos otros paseos excitantes para este 2009. Las fotos lo atestiguan.

Tanto la ciudad como el campo son completamente diferentes cuando se recorren en bici. Eso lo garantizo.

Foto de familia (Río Aguinaldo, 2008)