2B/TEMAS
SusanaTorre
¿Quién
puede pensar con una cocina atada a la cintura?
Especial
para HOY
Lunes
19 de junio de 1989
Su
actividad fundamental es el diseño, y en su exitosa carrera profesional SusanaTorre ha diseñado desde muebles hasta ciudades porque a su natural parecer
“tenemos que cambiarlo todo”
Otorga
una alta prioridad al trabajo intelectual, a la imaginación creativa, y
desearía que las mujeres descubran “la posibilidad de pensar a todos los
niveles posibles…” pero reconoce que tal y como han estado tradicionalmente
organizados los roles sociales y familiares, a la mujer se le ha hecho poco
menos que imposible dedicar energías a pensar e imaginar creativamente. “¿Quién
puede pensar con una cocina atada a la cintura?”
SusanaTorre es una arquitecta argentina radicada en Nueva York, donde ha desarrollado
una intensa y brillante carrera. A tal punto, que es una de las pocas mujeres
que es preciso incluir cuando se nombran diez de las figuras mas sobresalientes
en la arquitectura contemporánea en Estados Unidos. Y para llegar ahí, ha
debido imponer su talento, venciendo la doble condición de latina y mujer, en
un medio en el que solo por ello estaba condenada a un segundo plano.
La
práctica profesional de la mujer y los muy diversos obstáculos que se le oponen
constituye una constante en el trabajo de Susana Torre. No bien se asentó en
Nueva York, organizó una exposición que atrajo poderosamente la atención de la
prensa especializada tanto por su tema como por su montaje. Recopiló y expuso
las obras y proyectos de las mujeres arquitectas en Estados Unidos desde
principios de siglo hasta nuestros días, evidenciando de manera incontrastable
las múltiples formas de marginación profesional que banalizan su ejercicio.
Conocía algunas obras de Susana Torre a través de
reseñas en revistas internacionales de arquitectura. Recordaba la remodelación
del antiguo Schermerhorn Hall, hoy Wallach Fine Art Center, en la Universidad de
Columbia, Nueva York; las Dos Casas Silo (Two Silo Houses) en Poundridge, Nueva
York; la "Clark House" una casa a partir de la remodelación de un
establo construido en1910 en Southampton, Long Island, y la estación de bomberos en Columbus, Indiana, conocida como Pastorale, un trabajo atractivo e
interesante. Experimentaba
entonces un cierto gozo interior aquella noche en que conocí a Susana Torre,
invitada por Omar Rancier y Emilio Brea a una íntima cena de bienvenida en un
pequeño y bullicioso restaurant de Gazcue. Mas bien pendulaba entre la
incredulidad y el gozo, tratando de encajar esta mujer sencilla y conversadora,
con la imagen de una arquitecta famosa.
Y allí
estaba esa mujer, que había viajado a Santo Domingo por menos de 48 horas con
el único propósito de apoyar este grupo de jóvenes arquitectos dominicanos
empecinados en proyectar el trabajo de su sector profesional, contando
anécdotas de una anterior visita suya, cuando vino a realizar un proyecto de
vivienda que nunca se terminó. De esa época en que vivió en una barriada de la
capital, guarda intacto en su memoria su encuentro con la madera dominicana y
el trabajo de sus artesanos, junto al recuerdo de un singular maestro de obra
que la traía de desconcierto en disgusto con sus peculiares métodos de trabajo.
Escuchándole,
me asaltó el impulse de acercarme mejor al ser humano, a la mujer. Y fue así
como al día siguiente nos reunimos para una entrevista en su hotel. De
inteligencia aguda y sonrisa fácil, Susana Torre habla directamente, con la
mirada puesta en los ojos de su interlocutor. Una mirada de ojos vivaces, en
que a ratos descubría intensos destellos de luz, chispeantes como sus ideas y
sus anécdotas. Nuestra conversación, que abordó básicamente la mujer
y la práctica de la arquitectura, transcurrió antes sendas tazas de café, como
si fuéramos dos viejas amigas, en una atmósfera que sólo su carácter afable y
llano tuvo el mérito de propiciar, enmarcando la fluida exposición de sus
ideas en el frescor de la brisa del patio interior cuajado de plantas que lograron
amortiguar el fragor lejano del tránsito que nos circundaba.
CLARA
LEYLA ALFONSO: Eres una mujer arquitecta con mucho éxito y respeto en el
ejercicio profesional. ¿Cómo ha sido en tu experiencia este ejercicio, y qué
observaciones haces a la situación de la mujer en la práctica de la
arquitectura?
SUSANA
TORRE: La arquitectura ha sido tenida por mucho tiempo como una actividad que
necesita de una dedicación extraordinaria. Es decir, se entiende que la
arquitectura no es solamente una profesión, sino una vocación, y que aquellos
que están dispuestos a dar lo mejor, deberán hacerlo más allá de los límites
del tiempo que circunscribe un empleo normal.
Ahora,
la situación de las mujeres con respecto a esta condición es muy diferente a
la del hombre. Una mujer, tanto en los Estados Unidos como en nuestros países
de América Latina, no solamente puede ser profesional, sino que además tiene
que ser esposa y madre y administradora del hogar. Eso agrega automáticamente
un número increíble de horas al día laboral, limita las posibilidades que las
mujeres tienen de ejercer su vocación de una manera más amplia y abierta como
tienen los hombres, que no tienen este tipo de responsabilidad.
Yo
creo, entonces, que hablar del problema del trabajo de la mujer en cualesquiera
de las profesiones, pero sobre todo en arquitectura, es una discusión que debe
integrar, automáticamente, el análisis del rol que la mujer y el hombre tienen,
de la manera en que se dividen el trabajo, que tiene que ver, simplemente,
con funcionar como seres humanos y como familia. Yo creo que se va a poder
hablar de una igualdad al reconocimiento del trabajo de la mujer, de una
igualdad de oportunidades en las profesiones -y en la arquitectura- cuando
podamos hablar de una igualdad en la manera en que se comparten las
responsabilidades de la vida cotidiana y de los hijos.
En tiempos prehistóricos, por razones de supervivencia
muy objetivas y muy duras, las mujeres y los hombres se dividieron las esferas
de acción. Las mujeres representaban la continuidad de la vida y por lo tanto
se quedaban en lugares establecidos cuidando de los niños y los ancianos, y al
mismo tiempo también, creando la agricultura y la arquitectura, porque las
primeras arquitectas fueron las mujeres; las primeras viviendas independientes
que se fabricaron, fueron hechas por las mujeres, no por los hombres. De su
parte, los hombres eran los que se encargaban de ir a cazar, o de conseguir
alimentos, en un contexto bastante peligroso pues implicaba mucha lucha y
mucho sacrificio.
Lo curioso, lo que parece ser pensado es cómo, después
de tantos miles de años, desde este momento en que se produjo esta división de
las responsabilidades y de los dominios, se establece el dominio privado, de la
casa; el dominio público, del mundo exterior. Cómo, habiendo hecho tantos
adelantos, que hemos conquistados (no completamente) con grandes penurias la
posibilidad de alimentarnos, de construir viviendas, de agua potable, de educarnos;
cómo, a pesar de avances tecnológicos y científicos que han mejorado y cambiado
la condición de vida humana tan radicalmente, esta división de las
responsabilidades todavía existe, se mantiene desde aquello días. Y es una cosa
curiosa porque estamos hablando de una persistencia desde la época prehistórica
hasta nuestros días.
CLARA LEYLA ALFONSO: Pero evidentemente que no se
trata de algo simplemente curioso, trivial. ¿Qué indicaría este curso
histórico, cómo lo evaluarías?
SUSANA TORRE: Indicaría que hay ciertos intereses
invertidos en que las cosas no cambien. ¿Por qué? Yo creo que uno debe deducir,
racional y lógicamente, que hay un grupo que se está beneficiando del trabajo
del otro grupo. Podríamos ver esto en términos políticos más grandes, o sea,
quizás en términos de una política internacional donde hay ciertos países que
se benefician del trabajo y la mano de obras de otros países, donde se pueden producir
ciertas cosas porque la mano de obra es barata. De la misma manera se puede
decir que no hay mano de obra más barata que la de la mujer (en el trabajo doméstico)
porque no cuesta nada, a nivel del trabajo de manutención que requiere la vida
cotidiana. Es un trabajo que objetivamente, en términos de horas, demanda mucho
tiempo, y es un tiempo que no se puede dedicar igualmente a las actividades del
pensamiento intelectual, del diseño, en fin, de todas esas cosas.
El trabajo doméstico
es un trabajo que roba mucho todo el vigor físico, es un trabajo extenuante.
Después del trabajo doméstico, al término de una jornada, es imposible dar el
salto y dedicarse al estudio o al trabajo intelectual… Bueno, la filósofa
alemana Hana Arens escribió un libro muy increíble que se llama “La Condición
Humana” y en este libro ella identifica los tres mundos en que la condición
humana se realiza, y tiene ciertos nombres específicos para estas cosas.
Ella llama a uno de los mundos o dominios la labor: todo los que los seres
humanos hacen para sobrevivir como especie. Es un trabajo que tiende a
reproducirse a si mismo, que no deja un fruto duradero, que tiene que
continuarse, repetirse, desde el mismo actos de la reproducción humana, hasta
actividades como cocinar, limpiar, coser. Son cosas que se hacen para volver a
ser hechas sucesivamente.
El otro dominio lo llama del trabajo: los frutos del trabajo: son los permanentes del
espíritu humano, es todo aquello que no solamente está más allá sino que hasta
se opone a la labor; toda la cultura es un fruto del trabajo humano, como
manifestación del espíritu.
El tercer dominio es el de la política: espacio donde
labor y trabajo se enfrentan y negocian de qué manera estos frutos se van a
resolver, quiénes y de qué manera lo van a hacer.
Sin tener que empujar mucho esta analogía, vemos
inmediatamente que una parte muy desproporcionada de la labor les toca a las mujeres, y una parte muy desproporcionada del trabajo, les toca a los
hombres. Y en realidad, es el contexto de lo político, como lo llama Hana, que
esa redistribución más igualitaria de las responsabilidades se pueden efectuar.
En parte porque yo creo que muchos hombres están viendo que es posible y
deseable aspirar a una vida y a un mundo con más igualdad. Y en parte porque
muchas mujeres ya están empezando a darse cuenta de que las exigencias de
funcionar a un nivel profesional y a un nivel doméstico son prácticamente
imposibles de cumplir. No hay superseres humanos que puedan funcionar de esta
manera para siempre. En las condiciones que impone la doble jornada es bastante
difícil tener el tiempo y el espacio que es necesario para pensar y funcionar
en el mundo de las ideas, en la producción de las ideas
CLARA LEYLA ALFONSO: ¿De qué manera esta situación de
la mujer se hace específica en la práctica profesional de la arquitectura?
SUSANA TORRE: Primero debemos decir que la arquitectura
como actividad se empieza a diferenciar del construir cuando las sociedades
desarrollan, en la Antigüedad, una estructura muy autocrática y patriarcal. Se
construyen cosas, pero no todo lo que se construye se llama arquitectura. La
arquitectura está siempre al servicio de Estado o de una clase representativa,
e implica una actitud, una intención que es específica y que diferencia una
obra de arquitectura de la actividad reproductiva del construir. Por lo tanto,
ya desde tiempos muy antiguos la arquitectura estuvo asociada con el poder.
Hay una diferencia muy grande entre un escritor y un
arquitecto. Un escritor puede comprar un cuaderno y un lápiz con muy poco
dinero, y sentarse en una plaza pública y escribir una novela, un poema, un
cuento. Un arquitecto no puede realizar un edificio hasta que no haya alguien
que esté dispuesto a invertir el dinero necesario para construirlo. Es un arte
que tiene una base social, tanto a nivel de necesidad como de posibilidad para
existir, que las otras artes no tienen. Y esa es una gran diferencia.
Desde ese punto de vista, digamos, una de las razones
por la que hay tan pocos estudios (firmas u oficinas de arquitectos) donde los principales son mujeres, es porque
en general, la estructura de poder tiende a confiar mas en los hombres que en
las mujeres para la administración de los fondos necesarios para construir
obras de importancia, y es a través de las obras de importancia que las
reputaciones de los arquitectos se hacen.
Hace diez años organicé en la ciudad de Nueva
York una exposición con los trabajos delas mujeres arquitectas en los Estados Unidos. Pues bien, cuando yo hice esta
exposición sobre las mujeres en la arquitectura norteamericana, la famosa
crítica Ada Louise Huxtable del New York Times escribió sobre la misma
diciendo: …”esto es increíble… todas
esas estúpidas casas!”. Entonces aclaraba… “no es que diseñar casas sea una
actividad estúpida, pero cuando un arquitecto no tiene la elección de
diseñar mas que casas, entonces, no hay oportunidad más allá de eso”. Porque
lo que a Huxtable le había llamado la atención era que la mayor parte de la
exposición tenía que ver con el tema de la casa, de residencias para viviendas.
Implicaba, sin tener que hacer ninguna polémica,
simplemente por el peso de los hechos mismos, que había una especie de
prejuicio, que existe todavía, bastante específico, de que las mujeres pueden,
por su asociación con su rol doméstico, manejar, entender, diseñar mejor una
residencia que ningún otro tipo de edificio, sobre todo, si es un edificio
público y más aún si es un edificio
simbólicamente importante y monumental en carácter.
Ahora, en los diez años que han pasado de esta exposición, nos
ha tocado ver en los Estados Unidos muchos cambios. Específicamente se subió de
lo que era una minoría definitiva de mujeres como estudiantes de arquitectura a
lo que es ahora una situación muy paritaria. En las mejores escuelas de
arquitectura el 50% de los graduados son mujeres.
Hace
diez años, una muchacha recién graduada que buscaba trabajo, podía aspirar a
ganar unos 50 centavos del dólar que se le ofrecía a un muchacho en las mismas
condiciones; hoy en día esa muchacha puede ganar 75 centavos de ese dólar.
Cuando
miramos a la situación básica, no cabe duda que las cosas han cambiado de una
manera dramática y bastante positiva. Pero si examinamos la cima de esta
situación, comprobamos que en realidad las cosas no han cambiado para nada, y
que por comparación se han vuelto incluso peor. O sea, el 50% de los
estudiantes de arquitectura pueden ser alumnas, pero no hay un 50% de
profesoras. El porcentaje de profesoras es muy reducido, y el de profesoras que
tienen permanencia es prácticamente inexistente.
Ahora
bien, con respecto a la arquitectura, existe una situación para la mujer que es
específica de la arquitectura como profesión. Muchos críticos en el presente, y
ya desde los años 20, indicaban que el rol de la mujer en la arquitectura es en
la posición de facilitadora y ayudante. O sea, la profesión de arquitecto es
muy compleja, requiere de diferentes tipos de talentos, diversos tipos de
actividades. Todavía nos empeñamos en ver el hacer arquitectura como
equivalente de hacer una escultura o una pintura, y al arquitecto se le ve un
poco como a ese tipo de artista. En realidad, hacer arquitectura es un poco
como hacer cine: hay un director, y después hay productores, técnicos, en fin,
hay un conjunto de personas que bajo la dirección de un director, van a
terminar haciendo una película. La arquitectura es similar.
Entonces,
este rol de la mujer en la arquitectura en la posición de ayudante o
facilitadora, viene hoy reforzado por una percepción más antigua: las mujeres
se las prefiere porque temperamentalmente y por condicionamiento social pueden
facilitar las cosas como programadora, detallista o supervisora de obras. Pero
nunca mayor responsabilidad, y sobre todo, de contacto con el cliente.
CLARA LEYLA ALFONSO: -Se le niega a la mujer el
talento que requiere el diseñar…
SUSANA TORRE:
Yo creo que eso ocurre porque en una profesión tan compleja se le ha
dado tradicionalmente un gran valor al rol del diseñador, se ve la actividad de
diseño como la actividad más importante de todas las actividades posibles que
se verifican en un proyecto.
Hay algunas razones válidas para esto exista de esta
manera, y hay otras razones que son más bien mitológicas. O sea entre las
mitológicas está esa noción de que una actividad de la cual en realidad sabemos
bastante poco. Cómo se puede hacer una síntesis de diseño es una cosa que se ha
tratado de explicar de muchas maneras y para la cual no hay una respuesta
satisfactoria. En efecto, poder diseñar implica tener la capacidad de reunir,
sintetizar algo real, tipos de información, conocimientos artísticos y técnicos
muy diversos que se logra reunir en un artefacto, con la ayuda de muchísima
gente. Pero es un talento, un talento que reconocemos que no todo el mundo
posee al mismo nivel.
Entonces, lo que es válido y lo que es mitológico, las
cualidades supernaturales del genio contra la realidad de un talento… pero un
talento uno podría decir que existe y es aplicable a todas las actividades
humanas… Nadie nace siendo una buena madre, un buen carpintero o una buena
médica. Todas las actividades humanas
requieren un talento de síntesis muy específico, y en la arquitectura se ha
pretendido y mitologizado el rol del diseñador como de algo que es quizá
supernatural. Y para volver a la discusión que teníamos de que a duras penas la
mujer tiene el tiempo necesario para ejercitar el pensamiento, para tomar
riesgos, ya de nuevo sin tener que llegar a la polémica, concluimos que hay una
discrepancia entre el tipo de dedicación, el tiempo, la energía que se asume
requiere la actividad de diseño, con la realidad social de la mujer en sus
múltiples roles de profesional, de madre y de esposa.
2 comentarios:
Querido Pla:
Me alegra que hayas retomado tus escritos para Arquitectura en Bici, y especialmente que lo hayas hecho en el Día de la Mujer, incluyendo a dos mujeres ejemplares: una periodista de primera como Clara Leyla Alfonso y una arquitecta sumamente destacada como Susana Torre.
Me suscribo a este merecido homenaje.
Jeannette
Impresionante artículo. Cuanta razón tiene Susana Torre: en el s.XXI las mujeres seguimos encargándonos de las labores domésticas en detrimento de nuestra profesión.
Estupendo blog.
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