Pretextos del paisaje
por David Mateo
El cielo y la tierra se unen sin fundirse
Cuando
vi por primera vez los paisajes figurativos de José Antonio Choy, tuve la sensación de que nada en ellos era azaroso
o fortuito, que parecían supeditarse con austeridad a determinados códigos de
representación. Me resultaba demasiado enfática, insinuadora, aquella simetría
con la que el artista diseñaba la estructura de los espacios y el ángulo de su percepción;
la acentuada linealidad con que justificaba los distintos niveles del entorno,
en particular aquellos que inducían la correlación entre horizonte y contigüidad.
En
un instante llegué a creer que se trataba de la readaptación de algunas estrategias
heredadas del trabajo con la arquitectura, oficio por el que ha sido
ampliamente reconocido en el ámbito cultural cubano, y cuyos indicios se
hicieron notar en un conjunto de imágenes abstractas que había apreciado en
etapas anteriores. Después pensé que esos paisajes figurativos, realizados con tinta
sobre papel y lienzo, estaban imbuidos de los fundamentos compositivos de los ideogramas
chinos; suposición que no se amparaba en el simple motivo de descendencia del
autor, sino que partía del grado de compactación y gestualidad que mostraba el
esbozo de los distintos planos de sus cuadros. La simulación visual de los contornos
rurales o de la vegetación tupida del panorama (sin disgregar los rasgos esenciales
de sus elementos: una palma, una montaña, un bohío…) parecía formar parte de un
único trazo, de un único sesgo y movimiento instigado por el artista.
La hipótesis
del vínculo con los ideogramas chinos la sostuve con firmeza hasta el momento justo
en el que tuve la oportunidad de conversar con Choy. Aunque debo decir que ninguna de mis conjeturas
iniciales desapareció como resultado de esa oportunidad de intercambio, pues
sigo creyendo que de todos esos campos y experiencias se ha estado
enriqueciendo su actividad paisajística. Sin embargo, en mi diálogo con él pude
constatar la fuente directa de la que se nutren sus metodologías para el dibujo
paisajístico, y hasta quizás todas sus concepciones representacionales, con
independencia de la manifestación o la técnica con que las canalice. Me refiero
a los contenidos y símbolos del I Ching.
Casualmente,
unos días antes de la visita a la casa de Choy, había sostenido una larga
conversación con esa figura emblemática del paisaje insular (de sustrato ético,
filosófico) que es Tomás Sánchez, y en ella ambos coincidíamos sobre el exceso
de improvisación representativa, sobre la ausencia de rudimentos conceptuales que
hay en la práctica reciente del género. Por eso me resultó curioso y al tiempo gratificante
que, casi recién salido de esa confrontación con Tomás, el primer artista
vinculado al paisaje con el que me haya topado de manera coyuntural haya sido José
Antonio Choy; un ejecutante, por ahora alternativo, aunque promisorio del
género, que ha ido perfeccionando sus fórmulas y artificios de representación; y
que se ha pertrechado de todo un sistema gnoseológico y predictivo, de un
modelo conciliador de sabidurías ancestrales para llevar a cabo su faena paisajística.
La
funcionalidad de esa inmersión en los compendios del I Ching –de vigencia irrefutable en la circunstancia moderna- muestran
varias razones de constatación en el quehacer artístico de José Antonio Choy: por
un lado, está la reasimilación de un instrumental exploratorio para desarrollar
el análisis del contexto y el balance de su propia situación existencial e
intelectual; y por el otro, la posesión de una serie de consideraciones o dictámenes
extremadamente útiles para encarar, dentro de ese mismo ejercicio analítico, el
abordaje alegórico de lo contingente y provisorio. De igual modo corroboramos la
readecuación práctica de una pauta o método simbólico para la elaboración de las
imágenes. Esa pauta presiona con potencia sobre la capacidad de síntesis e insinuación
iconográfica del dibujo y la pintura de Choy; dinamiza el diseño compositivo frente
a los deslindes o demarcaciones rígidas, en aras de alcanzar una mayor relatividad
perceptual de esos estados relacionales que sus paisajes sugieren.
La
Habana, 2014
Es propicio esperar en la llanura
El cielo se sumerge plácidamente en la tierra
2 comentarios:
Nuevamente nuestro gran amigo nos honra con esta admirable obra, desde la distancia le agradecemos y lo decimos de todo corazón. Su arte nos acorta el camino y en los momentos más fríos del invierno nos avivan el alma. Un fuerte abrazo para el y su linda familia.
Guillermo y Gisel
Nuevamente nuestro gran amigo nos honra con esta admirable obra, desde la distancia le agradecemos y lo decimos de todo corazón. Su arte nos acorta el camino y en los momentos más fríos del invierno nos avivan el alma. Un fuerte abrazo para el y su linda familia.
Guillermo y Gisel
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