lunes, 27 de octubre de 2008

Escuela Parroquial Santa Ana

La Parroquia Santa Ana atiende al barrio de Gualey en la parte alta de Santo Domingo, una zona urbana en la que viven trabajadores y capas humildes de la población. La escuela parroquial se desempeña en una precaria casita que ocupa un medio solar y en la que ni siquiera caben las niñas y los niños que reciben instrucción allí. Y el Padre Alejandro tiene un sueño que quiere realizar.

Para satisfacer la creciente demanda, el programa requería multiplicar por cinco el área actual de enseñanza y conservar un patio de tamaño similar al existente, pero además necesitan proveer servicios y administración.

La propuesta usa todo el solar y coloca a nivel de calle vestíbulo - foyer-, administración, baños y escalera en la misma entrada, para luego pasar a un gran salón independiente, con patios laterales, donde se instalan tres grupos del nivel parvulario. En días y horarios libres el salón se usa para conferencias y celebraciones comunitarias, reforzando la noción de un espacio público con vocación colectiva y social. El segundo piso es para aulas formales. En el techo, se recupera el solar y se convierte en patio de recreo con canchas y servicios.

La estrategia da la oportunidad de hacer un edificio de dos pisos que iguale al colindante y sobre este nivel se coloca la terraza jardín abierta con visuales y dominio de todo el vecindario.

Es un edificio muy pequeño, modesto y económico, que usa materiales tan humildes como la malla ciclónica -cyclone fence o hurricane fence-, pero tiene escala y carácter significativos que le identifican como una institución cívica de la comunidad. Pretende crear una identificación sólida y franca entre el vecindario y la misión parroquial. El sueño del Padre Alejandro.

Para visualizar, hacer click en las imágenes
Parroquia Santa Ana
Escuela Parroquial, Gualey, Santo Domingo, República Dominicana, 2008 (en proceso)

PROYECTO
Sánchez y Curiel, Arquitectos.
Andrés J. Sánchez y César Curiel, arquitectos
Plácido Piña, asociado al proyecto
César Antonio Curiel V., colaborador asociado

lunes, 20 de octubre de 2008

Fernando Salinas, mi mejor maestro

La publicación del testimonio de Pepín Choy en el blog, coincide con la reproducción de las cartas a Santo Domingo por Omar en Penélope. Esa coincidencia habla de la presencia permanence de Fernando entre nosotros.
Pla

Por José Antonio Choy López

Conocí a Fernando, como luego la amistad me permitió llamarle, cuando comencé a estudiar arquitectura en la CUJAE, en el curso 1968-69. Habíamos matriculado arquitectura más de cuatrocientos muchachos y muchachas de toda Cuba, por aquel entonces, en la única escuela de arquitectura del país. Allí había un hervidero de tendencias contradictorias, los que defendían el diseño y la cultura a ultranzas, sin concesiones de ningún tipo y los que pretendían reducir la profesión a rígidas tecnologías o a lo puramente constructivo.

Creo que mi “año” fue un “año” rebelde, muy a tono con lo que estaba pasando en Cuba y en el resto del mundo; al menos éramos distintos a otros cursos de la carrera, o así lo creíamos. Rápidamente se creó una empatía muy fuerte entre los profesores de la vanguardia del diseño, algunos alumnos de otros años y nosotros. Ellos representaban lo nuevo, lo verdaderamente revolucionario: Roberto Segre y Fernando Salinas, con Vivaldi o los Beatles de fondo, nos impartían conferencias magistrales y superactualizadas sobre el diseño en el mundo; Roberto Gottardi y Raúl González Romero eran un evangelio vivo, enseñando la génesis del diseño mismo; Vittorio Garatti nos hablaba de la ciudad de sus sueños, de La Habana refuncionalizada del futuro, rodeada de bosques y cordones verdes. O con los invitados, como Lezama que apareció aquella noche de fuertes vientos del año 1969 ó 1970, para hablarnos de su poesía, sentado sobre una caja de madera porque ya el asma y la gordura no le permitían subir al salón de conferencias; o Retamar que nos leyó antes de irse, su conferencia de Grenoble, sobre civilización y barbarie; o Teresita Fdez. con Wichi Nogueras, en el Salón Rojo, emocionada cantándonos “No puede haber soledad, mientras tú existas…”

Pero de todos estos recuerdos, el más valioso y entrañable, el que marcó para siempre mi vida de estudiante y profesional fue conocer a Fernando Salinas que poco a poco, en un pasillo cualquiera o sentados en el piso de un rincón olvidado de la escuela, iba transmitiéndonos a nosotros, quizás sus alumnos preferidos, el más elocuente y febril testimonio, de su iluminado y llameante pensamiento. Gracias a él, entendí muy pronto que la arquitectura antes que forma era idea y mejor aún, concepto profundo y germinador; que la técnica era un medio y nunca un fin en sí mismo, recordándonos siempre el proverbio chino “maneje una técnica infalible y déjese en manos de la imaginación”; que todas las escalas del diseño estaban interrelacionadas en un mismo sistema, lo que él conceptualizó como Diseño Ambiental, cuya sección creó en la UNEAC, pocos años antes de morir.

Tres ejemplos de su vida profesional sirvieron para que yo comprendiera la agudeza e inmensidad de su pensamiento. El primero fue el trabajo de estudiantes que dirigió y resultó premiado en la UIA 69 celebrado en Buenos Aires. En aquel trabajo dejó plasmadas sus ideas sobre una alternativa de ciudad del futuro: del módulo estructural como soporte flexible y participativo de la cotidianidad del nuevo ser social, a los espacios cambiantes de la vida urbana no enajenante; toda una compleja elaboración conceptual a todas las escalas del diseño del proyecto social cubano en su etapa más auténtica y utópica, nunca antes conceptualizado tan brillantemente como él lo hizo. Un moderno que asimiló lo mejor del pensamiento arquitectónico revolucionario del siglo XX, lo más actualizado de la teoría y la práctica del diseño del momento, para ponerlo en función de la sociedad; desgraciadamente incomprendido por algunos y a veces apartado por otros.

El segundo fue el trabajo realizado con los excelentes y talentosos estudiantes Nguyen Luan y José Achúcaro, este último ya desaparecido. Era un concurso sobre las estructuras del tiempo libre, para otro certamen de la UIA. Aquí el maestro, llega a la conclusión, que en la nueva sociedad el tiempo libre no existe, si este presupone un tiempo cautivo. Todo el tiempo es, o está destinado a transformarse y multiplicarse en tiempos de creación, que se vinculan en el espacio a partir de los traslados itinerantes del hombre en la ciudad. De ahí, que la estructura que se diseña para el tiempo libre o el tiempo creador sea una estructura para la peatonalidad urbana, que se transforma en galerías de circulación, espacios de exposiciones, servicios urbano, etcétera.

El tercer ejemplo que demuestra la agudeza conceptual del pensamiento de Salinas fue el premio que recibió la escuela en el Congreso de la UIA de Varna, esta vez dirigiendo un colectivo de estudiantes vietnamitas. El tema del concurso era el diseño de estructuras para el hombre frente a los desastres de la naturaleza. Él subvierte el tema del concurso y concluye que para Viet Nam, el mayor y más devastador desastre natural era producido por la guerra, y a partir de este concepto incuestionable, los estudiantes diseñan dirigidos por él todo un sistema ecológico y sustentable de estructuras de supervivencia frente a esta catástrofe producida por el hombre.

Estos tempranos ejemplos me demostraron lo genial de su pensamiento poético y rebelde; parte de la huella perdurable y permanente que dejó en la memoria y en el corazón de sus amigos y discípulos, que como yo aprendimos tanto de su desbordante alegría y su pasión por la arquitectura.
José Antonio Choy.
Arquitectura y Urbanismo, Vol. XXIII, No. 3/2002

lunes, 13 de octubre de 2008

Farmacia Lincoln, modelo live/work

Por lo regular cuando se habla de arquitectura es casi siempre sobre edificios importantes o de cierto relieve. Con frecuencia obras modestas quedan ignoradas y se pierde la oportunidad de aprender o valorar su significación tanto en el tiempo como en la ciudad.

Me doy cuenta que poca gente repara en la Farmacia Lincoln. Cuando Rafael Calventi (La Vega, 1932) la proyectó en 1968, la avenida Lincoln, en Santo Domingo, era otra cosa. De algún modo sus propietarios pensaron que era buen sitio para construir su casa y seguir con su farmacia a cuesta. Los esposos De Soto venían de la avenida Bolívar, donde vivían y gestionaban su Farmacia Bolívar. Así que esa asociación de farmacia y calle, como marca, la mantuvieron viva. También su estilo de vida.

Lo que hizo Rafael fue preservar esa tradición familiar y explorar una tipología, que como la de vivienda/trabajo -live/work- el desborde de la ciudad ya la había arrasado. Lo hizo de manera brillante con una arquitectura modesta, común y corriente. Mas bien doméstica.

El término live/work describe a las unidades de uso mixto (mixed-use) destinadas principalmente a vivienda pero con local o piso dedicado a trabajo; en contacto con los usuarios pero sin ser invadida la privacidad familiar por clientes o empleados. La tipología abarata el costo de la vivienda dado que el mayor valor del lote lo absorbe el comercio.

El Caribe está lleno de magníficos ejemplos tipológicos que enriquecen notablemente la calidad de vida de personas y comunidades. El país es rico en modelos propios con zaguanes o callejones. De La Vega todavía recuerdo, en diagonal al Parque de las Flores, el colmado/vivienda de los Domínguez (mi tío Rogelio y tía Cancán) y la tienda/vivienda de Bolívar Berrido. Los Matos, los Batista, los Isaac y los Teruel vivían en los altos de sus negocios. Estas y decenas de unidades similares mantienen la habitabilidad del centro y la amistad y solidaridad entre los vecinos. Quien piense que es nostalgia, se equivoca; se trata de un recurso para aprender de modelos y ejemplos valiosos. La Farmacia Lincoln es un buen exponente.

La residencia de los De Soto es completamente independiente a la farmacia adyacente, y el matrimonio, ya de envejecientes, aún la gestiona y se relaciona con clientes y vecinos. El edificio se distingue por su sencillez y es parte de esas exploraciones mediterráneas que hizo Rafael en su momento. Pero ojo, es de una arquitectura potente. La residencia tiene un “gran espacio público social”, con bóvedas catalanas, de extraordinaria belleza y proporciones.

El modelo live/work puede ser un arreglo que juegue su papel en el desarrollo de comunidades sostenibles (o sustentables) al reducir la necesidad de transportación y animar el desarrollo de pequeños negocios que mejoren la calidad de vida y la habitabilidad de la calle. Incluso en comunidades turísticas la mezcla siempre aporta y enriquece.

Las ciudades y pueblos dominicanos deberían enfocarse en estimular el desarrollo de vecindarios apropiados y de proyectar e imaginar lo que podría ser el futuro de lo construido.

Cuando voy a la Farmacia Lincoln (o paso en bici) valoro el deseo de los De Soto y la interpretación que hizo Rafael Calventi de sus aspiraciones. De eso se trata esta historia, de hablar de arquitectura con un ejemplo modesto, pero hecho con fundamento. Y aprender de ello.

lunes, 6 de octubre de 2008

Leyendo a la Torre Sonora

La Torre Sonora está prácticamente lista. Camino a casa la he visto crecer y hace un tiempo Felipe y yo pasamos en bici más de una vez, así que de algún modo ha estado en ruta con varias lecturas.

A cualquiera que pase por la avenida Abrahan Lincoln sería extraño que se le escape la silueta de 16 pisos de la Torre Sonora. A la mayoría le llama la atención su presencia esbelta y su propia composición, por lo que ya ha provocado muchas reacciones. También algunas enseñanzas.

Lo que me atrae es su conducta urbana. La ocupación del suelo. Eso que llaman "huella" -foot print- y que no es otra cosa que su propio tamaño con el que llena el solar. La primera planta comercial cubre toda el área construible y luego se reduce con el retranqueo de los siguientes pisos de oficinas, para seguir con pisos de apartamentos de mucho menor tamaño. Esa reducción significativa de la huella acentúa su esbeltez y libera su figura.

Tiene lo que siempre creo es un valor en la construcción de la ciudad y es la mezcla de funciones: comercio, oficina y vivienda. Las nuevas torres han estado abandonando esa noción. A la normativa del "polígono central" parece le faltó imaginar una idea de ciudad y, por tanto, no estimula la compatibilidad del ocio, el trabajo y la vivienda en un mismo lote. Anula la oportunidad de tener las facilidades de la vida cotidiana al alcance del peatón. La consecuencia es que ahora se camina frente a estacionamientos continuos en la planta baja de los edificios y eso afecta seriamente la habitabilidad de la calle -contrario a La Habana o a Buenos Aires- y provoca una hostilidad peligrosa. La Torre Sonora planta cara en otra dirección.

Cuando leo este edificio valoro la mezcla de funciones que enriquece la dinámica de la calle y acentúa la esquina. Parece que los locales de oficinas tuvieron una acogida mayor de lo esperado y sus desarrolladores decidieron aumentar la oferta, pero lo curioso e inteligente es que lo hicieran sin alterar la fisonomía, por lo que los pisos 8 y 9 mantienen esa forma dinámica que tienen los  apartamentos, aunque su uso sea distinto. Esto trae a colación la cuestión de hasta dónde hay una imagen clara para vivienda y otra para oficina, en lo que el reciente edificio 40 Bond de Herzog & De Meuron en NYC es tema de controversia.

La Torre Sonora está casi a punto de ser ocupada y aunque tengo mis reservas a ciertas soluciones, reconozco que desde ya atrae por la articulación moderna a la que apunta su propia geometría y el tratamiento de sus fachadas.

En un momento en que buena parte de los nuevos edificios de apartamentos parecen cortados por la misma tijera, la Torre Sonora es un respiro. José Daniel Romero, su arquitecto, ha dado una lección de la forma en que se puede ocupar la ciudad en beneficio de ella misma. Y eso sí que me gusta. Con ella, José Daniel consolida una presencia. Ahora no sólo se le identificará como el arquitecto de la galardonada "Casa de las Piedras" de Jarabacoa (mención de honor -diseño arquitectónico- VIII BIASD y 3er lugar -edificación sustentable- XVI Premio Cemex), sino también por su "torre ejecutiva". Lo aplaudo.
planta abierta (8 y 9)
¡ADVERTENCIA! Acabo de notar que la ampliación de la acera establecida por la normativa se está construyendo de forma que permita el estacionamiento en ella. Eso sería grave. El Departamento de Defensoría y Usos de Espacio Público del ADN debería evitar la apropiación del espacio ciudadano.