por José A. Choy.
"La ciudad no es una retahíla de edificaciones, sino la creación más espiritual de nuestra civilización y, con el lenguaje, la más grande obra de arte creada por el hombre. Es el lugar de la cultura, el espacio público por excelencia, el lugar de la civilización."
ROGELIO SALMONA
"La cultura ambiental es […] memoria, realidad e imaginación."
FERNANDO SALINAS
La ciudad
Las ciudades y pueblos cubanos son el patrimonio más relevante de la cultura material de la Nación.
Las ciudades sintetizan, en el complejo proceso de origen y desarrollo de sus formas físicas, los valores espirituales y las aspiraciones de la sociedad. La ciudad es el lugar donde la economía, las determinantes sociales, la política y la ideología se representan físicamente en la tectónica de lo urbano, a través de la cultura y la historia.
El caso cubano es singular y ejemplar. Por más de cuarenta años las ciudades y los pueblos cubanos han quedado como detenidos en el tiempo, sin apenas intervenciones que reflejen las aspiraciones y la riqueza de los cambios sociales. De ahí que en su mayoría se nos presenten hoy como testimonios, ruinas contemporáneas del esplendor de una cultura pasada que sobrevive gracias a la dinámica de sus habitantes en yuxtaposición a estos escenarios decadentes. El abandono que han padecido nuestras ciudades, en aras del desarrollo social fuera de su marco físico, la pobreza producto de limitaciones económicas, y por suerte, la ausencia de las operaciones de especulación urbana características de los años 70 y 80 en América Latina y el Caribe, permitieron que, paradójicamente, estos procesos que destruyeron gran parte del patrimonio urbano del continente, preservaran la imagen y trazas de las ciudades cubanas.
Este panorama desolador es a la vez un reto y estimulo para construir un futuro optimista. Requiere de un esfuerzo actual y colectivo para relanzar los pueblos y las ciudades cubanas apoyados en el aprendizaje que nos da esa tradición y riqueza urbana heredada.
La Habana es un ejemplo donde los problemas se agudizan. Por un lado, la capital representa el tesoro construido más importante del patrimonio cultural y espiritual del país y por otro, el deterioro creciente somete la ciudad a un estado de peligro inminente. Perder la capital, o parte de ella, es perder una parte de nuestra historia y de nuestra identidad.
Preocupa la falta de estrategias y políticas para enfrentar esta realidad. El ejemplo excepcional del Centro Histórico de La Habana, por ser una operación integral de trascendencia cultural, social y humana, debería servir de plataforma para discutir el destino de la ciudad toda. Cienfuegos, Trinidad, Camagüey y Santiago de Cuba apuntan en la misma dirección de preservación de entornos únicos. Si las instancias de la sociedad toman conciencia de la importancia de esta situación, dentro de unos pocos años se podría revertir ese proceso de deterioro y enajenación que sufren edificaciones valiosas, calles memorables y barrios armónicos, hoy en ruinas.
La necesidad de una política prioritaria para ciudades y pueblos dentro de los programas de desarrollo, más que una carga para el presupuesto del Estado, podría ser una vía de desarrollo social. Las experiencias evidencian que operaciones urbanas a gran escala, como la del Centro Histórico de la Habana Vieja, pueden autofinanciarse y crear riquezas para la economía del país. Mostrar en el futuro las cualidades abrillantadas de La Habana por la sabia restauración o las intervenciones contemporáneas adecuadas, tiene su precio pero también su recompensa, no sólo cultural o por la entrada de nuevos recursos financieros, sino también, y sobre todo, por propiciar el bienestar de la población y superar la complicidad con la desidia y el abandono.
La arquitectura
El proceso de desarrollo de una arquitectura situada a la vanguardia de América Latina y el Caribe en los años 50 y potenciada con aires renovadores al triunfo de la Revolución durante los años 60, cayó posteriormente en un peligroso y silencioso anonimato cultural. Es preciso reorientar la práctica y recuperar los espacios perdidos
La insuficiente proyección cultural de la arquitectura actual resulta de su falta de calidad y de su limitado impacto social. Este empobrecimiento hace que sea muy escasa su incidencia en el arte y la cultura cubanos y que se haya mantenido por demasiado tiempo fuera de los espacios de la crítica y de los debates culturales, en contraste con el papel cada vez más activo que hoy tiene la arquitectura en el panorama internacional del arte y la cultura.
La falta de enfoque cultural se nutre, también, de la limitada y uniforme formación de las arquitectas y arquitectos cubanos. Las escuelas mantienen planes de estudios similares, a pesar de que las situaciones locales y las motivaciones culturales de cada región son diferentes. Por otro lado, la formación debería fundamentarse, por encima de otras consideraciones técnicas o prácticas del momento, en una visión humanista, que defina el gran alcance social y cultural de la profesión.
Esta nueva perspectiva debería situar a las ciudades cubanas como el ideal de toda la creación arquitectónica. Ellas son el bien más preciado, respetarlas y entenderlas garantizaría una práctica profesional sólida, encaminada a la tarea más importante del futuro del país: su reanimación y recuperación. En este ámbito en constante renovación, reciclar y hacer ciudad dentro de la ciudad será un proceder válido. La calidad de vida ciudadana se elevará sustancialmente, enriquecida por la eficacia de la vivienda, de los lugares de trabajo y de la calidez y cualificación estética de los espacios públicos.
Por otro lado, las formas dogmáticas y muy centralizadas de la producción de la arquitectura dejan poco margen al ambiente creador. La arquitectura, por vocación y destino propio, es la mayor entre todas las manifestaciones de las artes visuales.
La exclusiva organización de la actividad de proyecto desde las grandes empresas, con estructuras heredadas de la época del CAME, impide la convivencia de otras alternativas de producción. El pequeño taller o estudio de asociados por afinidad de ideas es, desde el Renacimiento, la célula básica para que la creación arquitectónica se desarrolle convenientemente. Liberar la creación arquitectónica de ataduras burocráticas y centralizadas estimularía, de inmediato, en todo el país el florecimiento del talento adormecido de las arquitectas y los arquitectos cubanos. Estas motivaciones irían en armonía con la sociedad socialista a la que se debe aspirar.
Los indicios recientes de que a través de las asociaciones de base de la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción (UNAICC), de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y otras posibles alternativas, muestran que se pueden potenciar formas más frescas y adecuadas para producir proyectos arquitectónicos de calidad y podrían ser las responsables de lograr que la diversidad productiva se realice con la legalidad y ética necesarias. Es una oportunidad notable para sacar la práctica de la arquitectura del estado de empobrecimiento en que se encuentra y ponerla al lado de la responsabilidad social y creativa que se demanda.
Confluencias favorables
A pesar de la crisis en que se encuentran nuestras ciudades y la arquitectura cubana, el futuro cercano se presenta promisorio.
En marzo de este año, el Centro Teórico-Cultural Criterios, sometió a debate el tema de la arquitectura (hecho inédito en un medio de tanto prestigio) en el ciclo de análisis del “quinquenio gris”. El poder de convocatoria del centro, permitió que un numeroso y heterogéneo grupo de intelectuales, arquitectos, ingenieros, críticos, artistas y estudiantes, participara en la conferencia magistral ofrecida por Mario Coyula y en los debates subsiguientes vía correo electrónico. Este hecho mostró el valor del debate democrático.
La Gaceta de Cuba, una de nuestras más prestigiosas revistas culturales, dedica el dossier del presente número a este tema. Importantes teóricos y críticos del urbanismo como disciplina, y la arquitectura como teoría y práctica han aceptado colaborar. Más de una decena de personalidades de la cultura, escritores, artistas, arquitectos y teóricos responden sobre el papel que debería desempeñar la arquitectura en el arte y la cultura de nuestro país.
La Gaceta, como siempre, está al lado de los tópicos más candentes y apremiantes de la cultura cubana. Su contribución a la divulgación de parte del pensamiento que gira alrededor de grandes problemas, anima su discusión y clarificación, y sirve al debate y al debido ejercicio de la profesión y la cultura.
El próximo Congreso de la UNEAC, contemplará en su agenda de discusiones el tema “Ciudad, Cultura y Arquitectura”; sin dudas, una valiosa contribución de los intelectuales, artistas y arquitectos cubanos al análisis medular del tema que involucra el arte y la arquitectura, la cultura y toda la sociedad.
Son todas, confluencias favorables.
Crisis en el idioma chino, como gustaba decir el maestro Sergio Baroni, se representa con un ideograma compuesto por dos signos: peligro y oportunidad. La peligrosa encrucijada en que se encuentran las ciudades y la arquitectura cubanas, tiene todavía la oportunidad de definir una política cultural que guíe la acción del Estado. Es un reto que se debe enfrentar con ilusión y coraje.
Octubre, 2007.
José A. Choy.
Las ciudades sintetizan, en el complejo proceso de origen y desarrollo de sus formas físicas, los valores espirituales y las aspiraciones de la sociedad. La ciudad es el lugar donde la economía, las determinantes sociales, la política y la ideología se representan físicamente en la tectónica de lo urbano, a través de la cultura y la historia.
El caso cubano es singular y ejemplar. Por más de cuarenta años las ciudades y los pueblos cubanos han quedado como detenidos en el tiempo, sin apenas intervenciones que reflejen las aspiraciones y la riqueza de los cambios sociales. De ahí que en su mayoría se nos presenten hoy como testimonios, ruinas contemporáneas del esplendor de una cultura pasada que sobrevive gracias a la dinámica de sus habitantes en yuxtaposición a estos escenarios decadentes. El abandono que han padecido nuestras ciudades, en aras del desarrollo social fuera de su marco físico, la pobreza producto de limitaciones económicas, y por suerte, la ausencia de las operaciones de especulación urbana características de los años 70 y 80 en América Latina y el Caribe, permitieron que, paradójicamente, estos procesos que destruyeron gran parte del patrimonio urbano del continente, preservaran la imagen y trazas de las ciudades cubanas.
Este panorama desolador es a la vez un reto y estimulo para construir un futuro optimista. Requiere de un esfuerzo actual y colectivo para relanzar los pueblos y las ciudades cubanas apoyados en el aprendizaje que nos da esa tradición y riqueza urbana heredada.
La Habana es un ejemplo donde los problemas se agudizan. Por un lado, la capital representa el tesoro construido más importante del patrimonio cultural y espiritual del país y por otro, el deterioro creciente somete la ciudad a un estado de peligro inminente. Perder la capital, o parte de ella, es perder una parte de nuestra historia y de nuestra identidad.
Preocupa la falta de estrategias y políticas para enfrentar esta realidad. El ejemplo excepcional del Centro Histórico de La Habana, por ser una operación integral de trascendencia cultural, social y humana, debería servir de plataforma para discutir el destino de la ciudad toda. Cienfuegos, Trinidad, Camagüey y Santiago de Cuba apuntan en la misma dirección de preservación de entornos únicos. Si las instancias de la sociedad toman conciencia de la importancia de esta situación, dentro de unos pocos años se podría revertir ese proceso de deterioro y enajenación que sufren edificaciones valiosas, calles memorables y barrios armónicos, hoy en ruinas.
La necesidad de una política prioritaria para ciudades y pueblos dentro de los programas de desarrollo, más que una carga para el presupuesto del Estado, podría ser una vía de desarrollo social. Las experiencias evidencian que operaciones urbanas a gran escala, como la del Centro Histórico de la Habana Vieja, pueden autofinanciarse y crear riquezas para la economía del país. Mostrar en el futuro las cualidades abrillantadas de La Habana por la sabia restauración o las intervenciones contemporáneas adecuadas, tiene su precio pero también su recompensa, no sólo cultural o por la entrada de nuevos recursos financieros, sino también, y sobre todo, por propiciar el bienestar de la población y superar la complicidad con la desidia y el abandono.
La arquitectura
El proceso de desarrollo de una arquitectura situada a la vanguardia de América Latina y el Caribe en los años 50 y potenciada con aires renovadores al triunfo de la Revolución durante los años 60, cayó posteriormente en un peligroso y silencioso anonimato cultural. Es preciso reorientar la práctica y recuperar los espacios perdidos
La insuficiente proyección cultural de la arquitectura actual resulta de su falta de calidad y de su limitado impacto social. Este empobrecimiento hace que sea muy escasa su incidencia en el arte y la cultura cubanos y que se haya mantenido por demasiado tiempo fuera de los espacios de la crítica y de los debates culturales, en contraste con el papel cada vez más activo que hoy tiene la arquitectura en el panorama internacional del arte y la cultura.
La falta de enfoque cultural se nutre, también, de la limitada y uniforme formación de las arquitectas y arquitectos cubanos. Las escuelas mantienen planes de estudios similares, a pesar de que las situaciones locales y las motivaciones culturales de cada región son diferentes. Por otro lado, la formación debería fundamentarse, por encima de otras consideraciones técnicas o prácticas del momento, en una visión humanista, que defina el gran alcance social y cultural de la profesión.
Esta nueva perspectiva debería situar a las ciudades cubanas como el ideal de toda la creación arquitectónica. Ellas son el bien más preciado, respetarlas y entenderlas garantizaría una práctica profesional sólida, encaminada a la tarea más importante del futuro del país: su reanimación y recuperación. En este ámbito en constante renovación, reciclar y hacer ciudad dentro de la ciudad será un proceder válido. La calidad de vida ciudadana se elevará sustancialmente, enriquecida por la eficacia de la vivienda, de los lugares de trabajo y de la calidez y cualificación estética de los espacios públicos.
Por otro lado, las formas dogmáticas y muy centralizadas de la producción de la arquitectura dejan poco margen al ambiente creador. La arquitectura, por vocación y destino propio, es la mayor entre todas las manifestaciones de las artes visuales.
La exclusiva organización de la actividad de proyecto desde las grandes empresas, con estructuras heredadas de la época del CAME, impide la convivencia de otras alternativas de producción. El pequeño taller o estudio de asociados por afinidad de ideas es, desde el Renacimiento, la célula básica para que la creación arquitectónica se desarrolle convenientemente. Liberar la creación arquitectónica de ataduras burocráticas y centralizadas estimularía, de inmediato, en todo el país el florecimiento del talento adormecido de las arquitectas y los arquitectos cubanos. Estas motivaciones irían en armonía con la sociedad socialista a la que se debe aspirar.
Los indicios recientes de que a través de las asociaciones de base de la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción (UNAICC), de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y otras posibles alternativas, muestran que se pueden potenciar formas más frescas y adecuadas para producir proyectos arquitectónicos de calidad y podrían ser las responsables de lograr que la diversidad productiva se realice con la legalidad y ética necesarias. Es una oportunidad notable para sacar la práctica de la arquitectura del estado de empobrecimiento en que se encuentra y ponerla al lado de la responsabilidad social y creativa que se demanda.
Confluencias favorables
A pesar de la crisis en que se encuentran nuestras ciudades y la arquitectura cubana, el futuro cercano se presenta promisorio.
En marzo de este año, el Centro Teórico-Cultural Criterios, sometió a debate el tema de la arquitectura (hecho inédito en un medio de tanto prestigio) en el ciclo de análisis del “quinquenio gris”. El poder de convocatoria del centro, permitió que un numeroso y heterogéneo grupo de intelectuales, arquitectos, ingenieros, críticos, artistas y estudiantes, participara en la conferencia magistral ofrecida por Mario Coyula y en los debates subsiguientes vía correo electrónico. Este hecho mostró el valor del debate democrático.
La Gaceta de Cuba, una de nuestras más prestigiosas revistas culturales, dedica el dossier del presente número a este tema. Importantes teóricos y críticos del urbanismo como disciplina, y la arquitectura como teoría y práctica han aceptado colaborar. Más de una decena de personalidades de la cultura, escritores, artistas, arquitectos y teóricos responden sobre el papel que debería desempeñar la arquitectura en el arte y la cultura de nuestro país.
La Gaceta, como siempre, está al lado de los tópicos más candentes y apremiantes de la cultura cubana. Su contribución a la divulgación de parte del pensamiento que gira alrededor de grandes problemas, anima su discusión y clarificación, y sirve al debate y al debido ejercicio de la profesión y la cultura.
El próximo Congreso de la UNEAC, contemplará en su agenda de discusiones el tema “Ciudad, Cultura y Arquitectura”; sin dudas, una valiosa contribución de los intelectuales, artistas y arquitectos cubanos al análisis medular del tema que involucra el arte y la arquitectura, la cultura y toda la sociedad.
Son todas, confluencias favorables.
Crisis en el idioma chino, como gustaba decir el maestro Sergio Baroni, se representa con un ideograma compuesto por dos signos: peligro y oportunidad. La peligrosa encrucijada en que se encuentran las ciudades y la arquitectura cubanas, tiene todavía la oportunidad de definir una política cultural que guíe la acción del Estado. Es un reto que se debe enfrentar con ilusión y coraje.
Octubre, 2007.
José A. Choy.
1 comentario:
La analogía de la curiosa y a la vez interesante situación en que se encuentran las ciudades de Cuba con las situaciones en que se encontraban las ciudades de la mittle-Europa, por ejemplo Praga, hasta el glasnost es más un espejo que una analogía.
Gracias a ese utópico fenómeno político-social que provocó la involución de ese sector de Europa hoy podemos, paradójicamente, disfrutar de una de las ciudades barrocas mas homogéneas y mejor restaurada como testimonio de un período cultural glorioso en términos arquitectónicos y, efectivamente, los recursos que se invirtieron en su restauración se han ampliamente recuperado rápidamente con creces por la vivaz economía de turismo cultural y de negocios que allí se ha instalado respetando el legado histórico. Esa ciudad volvió a vivir, armonizando su herencia con los tiempos que corren.
Me imagino ese mismo propósito, no solo en Cuba, si no en nuestra propia tierra como sugiere Omar Rancier cuando se refiere específicamente a la calle El Conde en su blog.
El abandono del patrimonio urbano y arquitectónico en Cuba es realmente lamentable pero nos dejará disfrutar muy pronto el placer del rescate de ese legado, sin dejar de lamentar los efectos del totalitarismo cuando se orienta selectivamente, como fuerza ¨redentora¨, para otros propósitos que no son precisamente los culturales. Ese anacronismo está por terminar en nuestra vecina isla y pronto se verán los efectos como vislumbra, aún con matices que no comparto, José A. Choy.
Leopoldo Franco
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