martes, 8 de julio de 2008

Deligne 14-16, o la pasión de Teofilito por el dibujo y el detalle

En los años 40 y 50 era frecuente que los arquitectos constructores, casi siempre después de una obra importante, invirtieran en edificios propios que dedicaban a la renta. Así lo hizo Guillermo González (1900-1970) con “El Jaraguita” (1944) y Caro Alvarez (1910-1978) en la calle Los Pinos. Para entonces el objetivo venía apareado de un profundo deseo de manifiesto arquitectónico con un efecto de demostración o credencial que les permitiera posicionarse como buenos arquitectos o hábiles constructores. Aunque la práctiva ha continuado, nunca ha sido tan relevante como entonces.

Cuando Teófilo Carbonell (1925-2001) decidió incursionar en el campo inmobiliario tenía sólo 33 años y dejó en ello su piel y su mejor legado. Lo confirmé el domingo pasado mientras Felipe (Branagan) y yo peinabamos Gazcue en bici. Sus apartamentos de Deligne 14-16 (1958) debería ser, por mucho, su obra mas significativa.

Acabo de ver los planos, en dos “planchas”, de la licencia (4589) del Deligne 14 y me quedé de una pieza cuando observé lo básico del proyecto, y sus dibujos, frente a la riqueza de la obra. Es evidente que esos planos sólo tenían la intención de obtener el permiso de construcción y que la verdadera obra vendría después, cuando realmente se divirtiera dibujando las fachadas, una y otra vez, mientras construía. Ya desde entonces esa fue su característica.

Teofilito tenía una fascinación por el dibujo y, por lo menos hasta mediados los 60, no permitía que nadie, absolutamente nadie, le dibujara los planos. Su arquitectura estaba en el dibujo mismo, en el acto de dibujar-pensar. Sus dibujos son un deleite. Todo era proporciones y luz y sombra. Dibujar era su pasión, así como mantener el filo de sus pantalones fue su obsesión.

Deligne 14-16 es de una tropicalidad moderna pocas veces alcanzada en Santo Domingo y un canto al detalle via el dibujo y la artesanía de la construcción. Lo es también al uso ingenioso de los materiales y a la mas sorpendente aplicación del color como expresión tropical. Cualquiera diría que allí Teofilito lo puso todo, pero lo cierto es que sólo practicó y se entrenó con algunas ideas. Las pérgolas mas sutiles hechas en los 50 están en esos apartamentos. La entrada, una losa roja, delicada, plegadita como una hoja de papel, posada sobre unas pérgolas apenas apoyadas en un tubito colocado libremente, es un detalle de antolología. Un refinamiento y virtuosismo nunca superado. Un lujo.

A Guillermo González se le recuerda por el Hotel Jaragua (1942). A Teófilo Carbonell parece que se le recordará por su Teatro Nacional (1973) o por construir El Faro (1992). Ambos son verdaderos esfuerzos de un constructor entregado de sol a sol y que cuidaba todos los aspectos. Pero sus verdaderas obras de arquitectura, sus aportes más valiosos, son otras muy distintas. Deligne 14-16 es su manifiesto arquitectónico. Su obra emblemática. Un hito.

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