lunes, 28 de julio de 2008

El Roxy, el Conde y Cuqui


Cada vez que pienso en el Roxy pienso en el Conde. El Conde, Condecito, o como el del cuento inédito “Hombrecito” (J. Miller), hizo del Roxy su cuartel general, su centro diletante y de conspiraciones. Si no era quien lo abría, al menos era el primero en iniciar la mañana con una ginebra. Tal vez lo conocí allí, o en otro sitio, pero sí me consta que medió nuestra mutua devoción a Wagner. El Conde era un erudito, renacentista y maoísta, por separado y a la vez. Debe ser allí, a inicio de los 70, cuando me introdujo a la música dodecafónica y era la única persona que he conocido capaz de tararear a Schoenberg. Por eso le cuestionaba en su cara, cómo un rebelde e irreverente pasó de pintor revolucionario a “clasicón” como Colson. Me sonreía. Fue el Conde el que me dijo allí mismo, como un chisme, que el Roxy era de Cuqui Batista (Santiago, 1925). Se lo creí. Con el Conde conocí el zaguán del Roxy.

Entre el Roxy y el Copello, sólo media un edificio “republicano” y menos de 20 años de historia. Dos de las innovaciones que introdujo Guillermo González (1900-1970) en el Copello (1939), un hito de la modernidad en Santo Domingo, fue la eliminación de la vivienda en los pisos superiores y la del gran zaguán. Lo primero pudo ser en detrimento a la habitabilidad de la ciudad, pero lo del zaguán es de una brillantez excepcional. Una tradición reformulada. El mismo Conde penetra al zaguán y ya dentro, en ese vestíbulo lleno de luz, la escalera se asoma y de repente desaparece para luego reinventarse flotando en el espacio. Genial.

El Roxy de Cuqui es de un talante más modesto, pero recupera la habitabilidad de la calle con la mezcla de comercio, oficinas y viviendas. Ese sólo hecho lo hace notable para la ciudad. El mismo Cuqui cuenta sus dificultades en una nota reciente: “La del Roxy en el Conde la fabriqué para Mario Penzo y era de Palamara que vendía casimires en el Conde (esq. Santomé), algo heterogéneo, 3 viviendas con idénticas áreas en 3er nivel, oficinas en segundo y local comercial abajo. Las 3 viviendas parecían imposibles de cuadrar a igual área. Creo que nunca he vuelto a enfrentar una exigencia similar. Eso me valió la amistad de Nani Reyes, quien siempre quiso llevarme a dibujar con él.”

Otra anécdota suya ilustra muy bien la época y la bohemia del Conde “...era un tiempo confuso de mucha actividad y largos tragos, una era concelebrada, como ejemplo, me encontraba en una barra del edificio Copello del Conde y Sánchez, con Alfredo González, hermano de Guillermo, celebrando 6 meses de mareo, algo que no podía igualar en razón a exigencias de clientes. Alfredo y Guillermo tenían su oficina en el segundo piso, que en ese tiempo vendieron a Frank Hatton Curiel...”

El Conde, por más de un siglo fue el lugar al que aspiraron los arquitectos de estirpe para dejar su impronta. Cuqui lo hizo con el Roxy dentro del esquema de ciudad tradicional. Lo recordé cuando leí en estos días un comentario sobre París de Thierry Paquot, filósofo y editor de la revista Urbanisme, "La calidad de vida parisina la hacen su sistema de calles, sus comercios de planta baja, sus cafés con sus terrazas, sus vidrieras... toda una organización que es incompatible con el modo de vida de las torres". Esa calidad de vida la tenía el Conde, el Roxy y también el Copello. Contrario a lo que se cree ahora, vivir bien no es sinónimo de torres.

En el Roxy la acera entra a ras, como perro por su casa, a un zaguán que termina en nada y allí, en el centro, de repente, como el que llega al final para entonces descubrir la vida, aparece una escalinata casi monumental que culmina en el piso de oficinas. Y cuando ya uno imagina que no hay mas pisos, vuelve y aparece otra escalera que lleva a las viviendas después de un recorrido apropiado para recuperar calma y aliento. Una experiencia sensorial inesperada. Y del edificio mismo, ni hablar. Pero que nadie vaya a pensar que es un edificio pretencioso. De eso nada.

El Roxy mantiene las alineaciones colindantes y sus celdas, como en el Oliva, son bien proporcionadas. Los balcones anuncian las viviendas. Hace un giro de esquina con discreta elegancia acentuada por unos relieves que, apuesto con cualquiera, debe ser obra de Domingo Liz. Toda esa dignidad la logra a pesar de que el encargo de Palamara a Mario Penzo era para un edificio modesto y especulativo. Pero para Cuqui no. Para Cuqui era una oportunidad para “inventar”.

En los recorridos en bici que hice con Felipe (Branagan) por la zona colonial (centro histórico), como parte de las “investigaciones de campo” para Santomé 258, de todos los zaguanes que vimos y exploramos, ninguno tiene ese misterio y poética que tiene el del Roxy de Cuqui Batista. Ese zaguán era el del Conde cuando ya no podía mas. Y si pienso en el Conde, también pienso en el Roxy. Como ahora pienso.
Bar Restaurante El Panamericano. El Conde esq. Sánchez.
foto Francis Stopelman suministrada por Omar Rancier

Roxy, relieve. Foto Lowell Whipple

3 comentarios:

breablog-emiliojose dijo...

Gracias Pla por pensar... y por permitirme esa remisión al tiempo, y al Panamericano, al piano bar, a la pos "revolución" y los "hig-boles". Incluso resucitaste la Ginebra, el Tom-collins, el Gin-tonic y el "dry" Martini, quizás también, ¿y por qué no?, el bloodymary y el scrudriver (¿se escribiran asi?). En el desgrane de letras hay homenajes y homenajeados, a sitios, lugares, personajes, hitos, referencias y contenidos de evocación a lo Papa Molina, con la super Jose Reyes, no San José que era por Petan, no por el santo del 19 de marzo...
Gracias por lo que me tocó de mis recuerdos, sigue pensando y dale a la bici, aunque Felipe no vaya...
Pero puedes estar seguro que los postes del tendido eéectrico no te caeran encima, los agarran los cables colgantes en arcos de uno al otro, como danzando de enojos y burlas patrioticas en medio de los apagones financieros o no...

Anónimo dijo...

Me gusta mucho el juego de nombres de la calle El Conde con su cara urbana y arquitectónica, y la alusión a Condecito, que me parece más apropiada que la del cuento. Pero principalmente, el revival de una época de decisiones precursoras y atrevidas, en cierto sentido desacralizantes, como cuando dices que lo que Cuqui Batista quería era inventar. Esta es una actitud muy de esos años.

Esa bohemia, que también invadía El Sublime y La Cafetera, pero más similar al Roxy, el grupo de El Comercial: Manolito Baquero, Gai Vega, Gilberto Hernández Ortega, Condecito, Iván Tovar, tenían que presentar dos credenciales: bebedores profesionales y una formación cultural sólida, si no, no les daban cabida, y creo que de esas tertulias que nunca terminaban salieron muchos de los mejores cuadros y diseños de la época.

Para mí, leer tus descubrimientos -junto a Felipón- y asociaciones de la arquitectura nacional con la universal, tienen un gran valor: ayudan a poner las cosas en su lugar y rescatan valores que muchos ignoran.

Particularmente, y ya te lo he dicho, el lado humano de ese racconto me toca muy de cerca.

jmiller

Anónimo dijo...

Pla
Cuando lei tu trabajo del Roxy, ve vino a la mente las fotos de Stopelman, un fotografo holandés que publicó una album de fotos "Quisqueya Umbral de America" que nos hablan de ese ambiente del Conde de los años 1956 1958
Te envio una de ellas.
Lo del Conde es preocupante, y el mejor ejemplo es lo que ha pasado con el Roxy, lo estan dejando caer a pedazos.
Muy bueno tu escrito y seguimos descubriendo cosas de Cuqui.
Abrazos
Omar