lunes, 18 de agosto de 2008

Arquitectos iberoamericanos Siglo XXI


El Banco Nacional de México a través de Fomento Cultural Banamex, A.C. auspició “Arquitectos iberoamericanos Siglo XXI” en el que “la historiadora del arte Louise Noelle ha coordinado una cuidadosa selección de exponentes iberoamericanos que reflejan las tendencias constructivas practicadas por éstos durante los últimos 50 años”. Una edición de verdadero lujo, pero con contenido.

Omar Rancier fue el responsable de los ensayos sobre los arquitectos del Caribe, que también incluyen de Puerto Rico a Segundo Cardona  y Andrés Mignucci. Roberto Segre, en cambio, escribió el texto sobre Gustavo Moré.

Para poner este trabajo en su contexto y significado personal, incluyo dos mensajes que intercambiamos Omar y yo el mismo 11 de abril del 2007, cuando recibí el libro y leí el ensayo. Eso explica el deseo de conservarlo en el blog y divulgar una obra que no ha circulado en el país. También en reconocimiento a Omar.

Omar,
Acabo de recibir el libro vía el Cuco. Me apresuro a contártelo porque he leído el primer párrafo de tu texto y... se me salieron las lágrimas. Todavía estoy así, en ese estado de emoción que sólo las lagrimas pueden expresarlo de manera genuina.
Lo justo es compartir contigo esa emoción ahora, aún antes de seguir adelante.
Estoy impresionao.
Gracias,
Pla
..................
Gracias, Pla, es el mejor elogio que he recibido por decir lo que siento de la obra de un gran arquitecto que me ha brindado, además, el tesoro de su amistad.
Abrazos,
Omar

Ya terminé, Omar. Has escrito el artículo que siempre hubiera querido que alguien, alguna vez, escribiera sobre mi. Y me gusta porque reflejas un conocimiento y admiración íntima con una honestidad aplastante, y la cultura que hacía falta. Que suerte la mía! Y que fortuna leerlo ahora... en blanco y negro.
Como siempre falta algo, solo faltó la foto que te pedí que me hicieras y que nunca salió. Pero está nuestro paseo en Ponce, eso lo compensa.
Estoy realmente feliz. Y quiero que lo sepas.
Pla
...............
Yo también estoy feliz, gracias .
Lo de la foto es una de las anécdotas que atesoro, como el mismo viaje a Ponce.
Abrazos
Omar



La arquitectura a través del conocimiento.


Plácido Piña nació en 1945 en La Vega, un pequeño pueblo capital de la provincia del mismo nombre, al norte de Santo Domingo, preciado por su aporte a la cultura y al deporte dominicano; dos de las pasiones que abrazará el futuro arquitecto al transcurrir del tiempo. Es posible afirmar que su obra se referirá, en ocasiones, a la arquitectura “vegana” que conoció desde niño, aunque él se reconozca mas urbano por haber viajado a los once años de edad a Santo Domingo para estudiar la secundaria, lejos de la vigilancia que el régimen de Leonidas Trujillo sometiera a la familia Piña en su ciudad natal por haber sido su padre parte de un movimiento opositor al tirano. En la capital cultiva un amor por la ciudad como expresión de vida caminando por las calles de Gazcue, un barrio de principios de siglo XX, con casas solariegas, grandes jardines y un arbolado urbano excepcional, y por las calles de la Ciudad Colonial, con sus fachadas urbanas corridas y sus monumentos.

Entra a la carrera de arquitectura de la entonces Universidad de Santo Domingo no por vocación sino por solidaridad con sus amigos que entraban a la Escuela de Arquitectura y se graduó en 1970, luego de un año de trabajar con algunos de los principales arquitectos del pais. Es galardonado con el Premio del Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (Codia) otorgado al mejor estudiante de arquitectura de su generación.

En su formación profesional ha identificado dos grupos de profesores que le dejaron esa pasión por la arquitectura, la historia, las artes y la técnica: un primer grupo, el “Eje Italia”, compuesto por Rafael Calventi, Víctor Bisonó, Manuel Salvador Doi Gautier, de formación italiana, que le trasmiten la noción de la historia y el humanismo como instrumentos de diseño; el segundo, de formación norteamericana, especialmente Fred Goico, de la Universidad de Pennsylvania -la escuela de Louis Kahn-, con quien trabaja entre 1970 y 1971, Él le enseñó el oficio de la arquitectura y la relación del conocimiento técnico con el diseño del espacio arquitectónico, como un sistema integral que hace posible que el edificio funcione. Además, la formación “kahniana” de Goico le proporcionó otra sensibilidad diferente a la clásica europea, una estética trabajada desde el espacio y sus relaciones operativas y técnicas, y la poesía -el espacio y la luz de Kahn- que se desprende de esto.

Esas dos visiones la sintetiza en el periodo de trabajo en la oficina de Rafael Calventi (1972-1977) , quien a pesar de ser el miembro más prominente del “Eje Italia”, había colaborado en las oficinas de Ieoh Ming Pei en los Estados Unidos y por lo tanto compendia las dos aproximaciones. Con Calventi participó en los mas importantes concursos de diseño de la época, en un medio poco dado a los concursos, y ganando el de la sede principal del Banco Central de la República Dominicana, donde colaboró en el diseño del auditorio, uno de los edificios paradigmáticos de la arquitectura de la segunda generación arquitectos modernos dominicanos.

Hacia 1977 fundó su propia firma: P. Piña y Asociados. Ese mismo año ganó el concurso de diseño para el edificio sede del Banco Hipotecario Dominicano (BHD), junto con Harry Carbonell, el que finalmente no se construye porque el banco cambió el sitio original por uno más urbano. No obstante, Piña rediseña el proyecto, el cual responde certeramente al emplazamiento y en el que logra manejar, hacia el interior, la fría escala corporativa con unas vigas que cruzan el gran espacio del lobby, reduciéndolo a dimensiones mas humanas.

Una de las cualidades de Plácido Piña es ser capaz de integrar un pensamiento lúcido y contemporáneo a sus propuestas de diseño. Siempre informado de las vanguardias, su arquitectura ha sido influenciada por estas, sobre todo en el pabellón deportivo del Santo Domingo Country Club (1980), con Harry Carbonell, que enfrenta por primera vez la arquitectura dominicana con la postmodernidad. A pesar de que ha declarado no ser postmodernista “es mejor hablar de actitudes que de estilo”(1) , es quizás el mejor representante de lo postmoderno en su país. Sin embargo, su búsqueda expresada en una serie de obras de excelente factura y apoyada en un pensamiento conceptual muy sólido, ha transitado no sólo por la posmodernidad, sino también por el neoracionalismo en el Edificio BHD y el regionalismo crítico casa de campo La Cuaba,(2)  diseñada con Andrés Yuyo Sánchez y César Curiel, dos miembros de su estudio. Justamente, otra cualidad de este arquitecto es que ha hecho escuela desde el taller de diseño y, en muchas ocasiones, su estudio se ha convertido en un espacio de formación de jóvenes profesionales, en momentos en que las academias de arquitectura dominicanas estaban en retirada conceptual.

Su trabajo ha buscado un ideal caribeño, que se expresa desde una visión de puertas abiertas al conocimiento; es la búsqueda de una arquitectura propia, aunque gusta decir que “la arquitectura dominicana es la que se hace en la República Dominicana”. El conocimiento de la realidad del Caribe Español,(3)  le ha permitido convertirse en el eje de un grupo de arquitectos del Caribe (Fernando Salinas y José Antonio Choy de Cuba, Luis Flores de Puerto Rico, Gustavo Torres en Martinica, entre otros) que han consolidado una arquitectura regional caribeña que supera cualquier posible dependencia a las tendencias primer mundistas.

Las últimas obras de Piña recorren otros caminos y se entroncan con una visión más racional de una arquitectura corporativa que siempre trata de humanizar y un trópico caribeño que pretende interpretar desde la contemporaneidad. Haciendo uso de su erudición, las referencias van desde una versión caribeña de la arquitectura moderna en la Tienda Domus, un prisma puro horadado, hasta el racionalismo de Giuseppe Terragni en la Casa del Fascio en Como, Italia, presente en el Centro Tecnológico del Banco de Reservas. Sus trabajos de acompañamiento a las exploraciones caribeñas de las casas de campo, desarrollados con Sánchez y Curiel, son una muestra de exquisitez arquitectónica que reconocen nuestra cultura, nuestro clima y sus espacios, al mismo tiempo que incorporan unas secuencias espaciales totalmente contemporáneas a la concepción de la arquitectura antillana. Su aproximación a lo urbano se lee en sus emplazamientos, que reconocen el sitio y aportan un valor agregado a la ciudad, como la plaza-jardín de la Tienda Domus, la reafirmación de la esquina en el BHD o la fachada urbana que compone en el Centro Tecnológico Banreservas.



Centro Tecnológico del Banco De Reservas


La propuesta del Centro Tecnológico del Banco de Reservas parte de transformar un antiguo edificio de oficinas estatales emplazado en la avenida Jiménez Moya. El inmueble se localiza al norte del Centro de los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, antigua Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, y uno de los centros históricos modernos más importantes del Caribe que aloja algunas de las piezas paradigmáticas de la arquitectura dominicana diseñadas por Guillermo González Sánchez, el arquitecto de la modernidad dominicana. El concepto de esta edificación fue tejer una relación entre La Feria y el antiguo edificio de la CDA, una magnífica pieza neoracionalista diseñada por William Vega y Fernando Ottenwalder en los años ochenta.

La estrategia fue mantener la modulación evidente del edificio de Vega y Ottenwalder y rescatar la continuidad con La Feria en términos de escala, materiales (abandonado por restricciones en el presupuesto) y sobre todo en la visión del racionalismo italiano expresado en las referencias a la Casa del Fascio de Terragni que aparecen desdibujadas en el edificio de la Secretaria de Trabajo, en la Feria. Piña asume esa influencia y la trabaja sensiblemente en la fachada de su edificio; la atempera entonces con el gesto de unir la nueva edificación con el edificio de Vega y Ottenwalder, trabajado por el equipo técnico el Banco de Reservas, con un pórtico que proporciona escala humana al primer plano entre las dos edificaciones; allí sorprende con una alusión al cine, incorporando una serie de monolitos negros que se asocian con el monolito de la cinta de Stanley Kubrick, 2001: Odisea del Espacio y que representa la actitud del hombre frente al conocimiento, quizás el principal tema su arquitectura.

La intención de relacionar este proyecto con La Feria se expresa además con una de las decisiones más controversiales del proyecto: cambiar la arborización existente de por una serie de palmas reales, que no dan sombra en una ciudad donde el sol del trópico golpea fuertemente. La idea subyacente fue la de marcar una transformación en el paisaje que indicara el inicio de la avenida Jiménez Moya, para diferenciarla de la evenida Winston Churchill, su continuación, y de esa manera asociarla con la arborización del Centro de los Héroes.

El proyecto se completa con un edifico de estacionamientos en la parte posterior y con un elemento que contiene todos los equipos técnicos de la institución bancaria; este no es percibido en el diseño, como un ejemplo de la no-expresión de los servicios tecnológicos contemporáneos, digitales y electrónicos, frente a la expresión tradicional moderna de la función propia de la época de la maquina.



La Catalina


El método de trabajo de P. Piña y Asociados se basa en lo que el propio Piña llama un “estudio horizontal”, que permite la participación de todos al mismo nivel y propicia un proceso dual crítico-formativo; esto ha favorecido ese accionar paralelo a las academias en determinados momentos, y admite un ejercicio crítico continuado que se expresa en un enriquecimiento de la producción de los proyectos del estudio. Un ejemplo de este método de trabajo es La Catalina, una hermosa casa de campo situada en una colina que domina una plantación de naranjas en el sitio llamado La Cumbre, sobre la Autopista Duarte que comunica Santo Domingo con la zona del Cibao.

En este proyecto, en el cual participaron los jóvenes arquitectos Yuyo Sánchez y César Curiel, se explora una serie de temas que son recurrentes en Piña: el de la casa de plantación, como generador de una tipología caribeña, y el del claustro cisterciense, como propuesta de ordenación espacial, referido a su desarrollo histórico y tipología conventual, como a su reinterpretación moderna en el Convento de la Tourette de Le Corbusier.

Dentro de una rigurosa cuadrícula de 3 x 3 metros se resuelven todas las relaciones espaciales que articula un patio o claustro conventual dominado por una alberca y donde se comunican todas las dependencias de la casa. Organizadas en una estricta secuencia funcional, se inicia con una entrada de gesto minimalista, dominada por un alto pergolado de madera que nos recuerda alguna de las obras de Luis Flores en Puerto Rico -evidencia de esa conexión caribeña-, que se conecta a uno de los lados del claustro y termina en una dramática perspectiva que se vuelca sobre una impresionante vista de la plantación de naranjas y las montañas en lontananza.

Los detalles la completan: la estructura de madera rigurosamente modulada; la utilización de piedras del sitio que conforman una base que dan continuidad al emplazamiento, el tratamiento de los cuartos de baños, sobre todo el de la habitación principal, que trasciende su utilidad higiénica para convertirse en un mirador privilegiado; y las puertas de pivote central que de nuevo llevan al Puerto Rico de Henry Klumb.

En suma, Plácido Piña ha encontrado su arquitectura a través de una búsqueda en el conocimiento, demostrando la relación entre el intelecto y el accionar de diseño.

Notas.
  1. Omar Rancier, Historia de un Edificio: BHD. Hoja 15 de Arquitectura, El Nuevo Diario. 9 de agosto de 1982; y “100 Hojas de Arquitectura” Grupo Nuevarquitectura Editora Taller, 1984.
  2. Roberto Segre entiende que la Cuaba es la mejor muestra de regionalismo critico en el Caribe.
  3. Ha recorrido en bicicleta, una de sus pasiones deportivas -actualmente es el velerismo- que reivindica el pasado deportivo de su ciudad natal, casi la totalidad de la ciudad de La Habana. Tuve la experiencia de recorrer las calle de Ponce en Puerto Rico con un Plácido ávido de conocer esa arquitectura que se repite, en la ciudad dominicana de San Pedro de Macorís, como Antonio Benítez Rojo en La Isla que se repite, 1998.
Pags. 402-413, tomo II
Arquitectos iberoamericanos Siglo XXI. Introducción Louise Noelle, editora.
2006. Fomento Cultural Banamex, A.C. México.
ISBN 968-5234-52-2 Obra general

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